El 23 de
julio de 1939, sólo unas semanas antes de que la Alemania nazi invadiera
Polonia y el Reino Unido, Australia, Francia, Sudáfrica, Nueva Zelanda y Canadá
le declararan la guerra, Mahatma Gandhi le escribió una carta a Adolf
Hitler rogándole, por el bien de la humanidad, que hiciera lo posible para
evitar el inicio de un conflicto armado que podría causar la muerte de millones
de personas, como desgraciadamente así acabó sucediendo.
El gobierno británico
nunca permitió que la misiva llegara a manos del Führer:
"Querido amigo,
Algunos amigos han
estado pidiéndome que le escriba por el bien de la humanidad. Pero me he
resistido a su petición porque me parecía que una carta mía sería una
impertinencia. Algo me dice que no debo calcular y que debo hacer mi
llamamiento por cualquier cosa que valga la pena.
Es muy claro que hoy
en día es la única persona en el mundo que puede evitar una guerra que podría
reducir la humanidad al estado salvaje. ¿Debe pagar ese precio por un objetivo,
por muy digno que pueda parecerle? ¿Escuchará el ruego de alguien que
deliberadamente ha rechazado el método de la guerra, no sin considerable éxito?
En cualquier caso espero su clemencia si me he equivocado al escribirle"
Un año más tarde,
concretamente el 24 de diciembre de 1940, Gandhi escribió una segunda carta al
genocida de Braunau am Inn en la que, una vez más, le pidió que pusiera fin a
la guerra y que tuviera en cuenta que aun resultando vencedor de la misma, ello
no probaría que tenía razón, sino simplemente que su poder de destrucción era
mayor que el del resto de contendientes. Esta misiva es bastante más larga:
"Yo no tengo
enemigos. Mi ocupación en la vida durante los últimos treinta y tres años ha
sido ganarme la amistad de toda la humanidad fraternizando con los seres
humanos, sin tener en cuenta la raza, el color o la religión.
Espero que tenga
usted el tiempo y el deseo de saber cómo considera sus actos una buena parte de
la humanidad que vive bajo la influencia de esa doctrina de la amistad
universal. Sus escritos y pronunciamientos y los de sus amigos y admiradores no
dejan lugar a dudas de que muchos de sus actos son monstruosos e impropios de
la dignidad humana, especialmente en la estimación de personas que, como yo,
creen en la amistad universal. Me refiero a actos como la humillación de
Checoslovaquia, la violación de Polonia y el hundimiento de Dinamarca. Soy
consciente de que su visión de la vida considera virtuosos tales actos de
expoliación. Pero desde la infancia se nos ha enseñado a verlos como actos
degradantes para la humanidad. Por eso no podemos desear el éxito de sus armas.
Pero la nuestra es
una posición única. Resistimos al imperialismo británico no menos que al
nazismo. Si hay alguna diferencia, será muy pequeña. Una quinta parte de la
raza humana ha sido aplastada bajo la bota británica empleando medios que no
superan el menor examen. Ahora bien, nuestra resistencia no significa daño para
el pueblo británico. Tratamos de convertirlos, no de derrotarlos en el campo de
batalla. La nuestra es una rebelión no armada contra el gobierno británico.
Pero los convirtamos o no, estamos totalmente decididos a conseguir que su
gobierno sea imposible mediante la no colaboración no violenta. Es un método
invencible por naturaleza. Se basa en el conocimiento de que ningún expoliador
puede lograr sus fines sin un cierto grado de colaboración, voluntaria u
obligatoria, por parte de la víctima. Nuestros gobernantes pueden poseer
nuestra tierra y nuestros cuerpos, pero no nuestras almas. Pueden tener lo
primero sólo si destruyen por completo a todos los indios: hombres, mujeres y
niños. Es cierto que no todos podrán llegar a tal grado de heroísmo, y que una
buena dosis de temor puede doblegar la revolución; pero eso es irrelevante.
Pues si en la India hay un número suficiente de hombres y mujeres que están
dispuestos, sin ninguna mala voluntad contra los expoliadores, a entregar sus
vidas antes que doblar la rodilla ante ellos, habrán mostrado el camino hacia
la libertad de la tiranía de la violencia. Le pido que me crea cuando digo que
encontrará usted un inesperado número de tales hombres y mujeres en la India.
Durante los últimos veinte años han estado formándose para ello.
Durante el último
medio siglo hemos estado intentando liberarnos del gobierno británico. El
movimiento por la independencia no ha sido nunca tan fuerte como ahora. El
Congreso Nacional Indio, que es la organización política más poderosa, está
tratando de conseguir este fin. Hemos logrado un éxito muy apreciable por medio
del esfuerzo no violento. Estamos buscando los medios correctos para combatir
la violencia más organizada en el mundo, representada por el poder británico.
Usted le ha desafiado. Ahora queda por ver cuál es el mejor organizado: el
alemán o el británico. Sabemos lo que la bota británica significa para nosotros
y las razas no europeas del mundo. Pero nunca desearíamos poner fin al gobierno
británico con la ayuda de Alemania. En la no violencia hemos encontrado una
fuerza que, si está organizada, sin duda alguna puede enfrentarse a una
combinación de todas las fuerzas más violentas del mundo. En la técnica no
violenta, como he dicho, no existe la derrota. Todo es «Vencer o morir» sin
matar ni hacer daño. Se puede usar prácticamente sin dinero y, claro está, sin
la ayuda de la ciencia de la destrucción que tanto han perfeccionado ustedes.
Me asombra que no
perciba usted que esa ciencia no es monopolio de nadie. Si no son los ingleses,
será otra potencia la que ciertamente mejorará el método y le vencerá con sus
propias armas. Además, no está dejando a su pueblo un legado del que pueda
sentirse orgulloso, pues no podrá sentirse orgulloso de recitar una larga lista
de crueldades, por muy hábilmente que hayan sido planeadas.
Por consiguiente,
apelo a usted, en nombre de la humanidad, para que detenga la guerra. No
perderá nada si pone todos los asuntos en litigio entre usted y Gran Bretaña en
manos de un tribunal internacional elegido de común acuerdo. Si tiene éxito en
la guerra, ello no probará que usted tenía razón. Sólo probará que su poder de
destrucción era mayor. Por el contrario, una sentencia de un tribunal imparcial
mostrará, en la medida en que es humanamente posible, cuál de las partes tenía
razón.
Sabe que, no hace
mucho tiempo, hice un llamamiento a todos los ingleses para que aceptaran mi
método de resistencia no violenta. Lo hice porque los ingleses saben que soy un
amigo, pese a ser un rebelde. Soy un desconocido para usted y para su pueblo.
No tengo coraje suficiente para hacerle el llamamiento que hice a todos los
ingleses, aunque se aplica con la misma fuerza a usted que a los británicos.
Durante esta
estación, cuando los corazones de los pueblos de Europa ansían la paz, hemos
suspendido incluso nuestra pacífica lucha. ¿Es demasiado pedir que haga un
esfuerzo por la paz en un tiempo que tal vez no signifique nada para usted
personalmente, pero que tiene que significar mucho para los millones de
europeos cuyo mudo grito de paz oigo, pues mis oídos pueden escuchar la voz de
millones de personas mudas?"
1 comentario:
Marta, este artículo lo debías de sacar a la luz el día q
de la paz. Las cartas son preciosas. ¡Qué diferencia de personajes! La maldad y la bondad cara a cara.
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